Trastorno del espectro autista; Hongos, Nutrición, microbiota intestinal
Introducción
Muchas investigaciones han explorado los mecanismos detrás de la ansiedad, el estrés, la cognición, la memoria y la depresión. Muchas enfermedades del sistema neural a menudo se pasan por alto y algunas son difíciles de entender.
Además, existen muy pocas explicaciones u opciones establecidas para la intervención o el manejo de algunas de ellas; especialmente los más mal concebidos. El trastorno del espectro autista, conocido desde 1938, es una comorbilidad (que no implica necesariamente la presencia de múltiples enfermedades) todavía muy mal comprendida, típicamente reconocida por primera vez en la primera infancia antes de los 3 años, y puede crear desafíos a lo largo de la vida de una persona. Todavía no está muy clara su etiología y probablemente sea aún más incierto cómo podría ser apoyada o remediada de alguna manera. El autismo es un ejemplo de variación natural también conocida como Trastorno del Espectro Autista (TEA), que afecta a unos 70 millones de personas en todo el mundo (las estimaciones actuales son que 1 de cada 100 personas están en el espectro autista), que se ocupa de los desarrollos neurológicos en las personas que interfieren con su capacidad para comunicarse y socializar con otros. Se connotan factores genéticos, neuroinmunes y ambientales a pesar de que cada caso individual de autismo es único de los demás. El autismo ya no se considera una comorbilidad ni uno de los cinco trastornos de por vida que estaban bajo el paraguas anteriormente denominado Trastornos Generalizados del Desarrollo (PDD), una categoría de discapacidades del desarrollo neurológico. Pero en realidad, el trastorno del espectro autista-TEA significa lo mismo que cubre las cinco condiciones.
Las investigaciones han demostrado que el autismo tiende a ser hereditario y es un trastorno basado en el cerebro, pero no causado por una crianza inadecuada. Con la excepción de los cambios neuroinflamatorios, la mayoría de las anomalías neurobiológicas informadas en los TEA son inconsistentes. Una mala interpretación habitual en torno al autismo es que está inevitablemente relacionado con la discapacidad intelectual. No existen tratamientos reconocidos o medicamentos conocidos que puedan curar o disminuir directamente los síntomas del autismo, algunos con efectos secundarios indeseables o riesgos de dependencia. Por otro lado, ha habido algunos enfoques convencionales que se han desarrollado y aceptado en la medicina convencional que pueden ayudar con problemas asociados o relacionados con el autismo.
El autismo afecta a todas las razas, grupos étnicos y niveles socioeconómicos, niños siendo más propensos que las niñas. La gravedad de las condiciones de autismo puede reducirse con la terapia conductual para niños, lo que ayuda a las personas a lidiar con más complicaciones a medida que envejecen. El tratamiento convencional del autismo tiene muchos efectos secundarios. Algunos estudios muestran que los cambios en la dieta sin complicaciones, evitando los factores de riesgo potenciales y las toxinas ambientales (p. ej., metales pesados), incorporando suplementos dietéticos (p. ej., vitaminas, probióticos) y algunas hierbas medicinales y hongos pueden tener algunos efectos beneficiosos significativos.
Sin embargo, los metales pesados de algunos hongos indican que cuando se consumen en grandes cantidades pueden causar daño hepático o renal e incluso la muerte. El espectro del autismo puede beneficiarse de una dieta equilibrada que incluya ciertos alimentos y suplementos, en particular aquellos que reduzcan la inflamación, restablezcan la permeabilidad intestinal, mejoren la armonía de la microbiota intestinal, aumenten la inmunidad, suministren antioxidantes y aceleren la desintoxicación. El estrés oxidativo es común a una miríada de enfermedades neurológicas. La producción de especies reactivas de oxígeno (ROS) es un resultado común del metabolismo celular aeróbico normal y determina el equilibrio redox celular con antioxidantes. Estos protegen objetivos biológicos críticos contra, por lo tanto, se han considerado como agentes beneficiosos potenciales atractivos para neutralizar el daño neural mediado por ROS. Los actores clave en el estrés oxidativo describen evidencias de su participación en las enfermedades de esclerosis múltiple, Alzheimer, Parkinson y Huntington. Los tratamientos médicos complementarios y alternativos se usan comúnmente para niños con trastornos del espectro autista. Sin embargo, la mayoría de los tratamientos no se han estudiado adecuadamente y no hay evidencia que respalde su uso. Esta revisión analiza la evidencia existente que respalda la administración de productos con hongos en pacientes con TEA.
La importancia del microbioma intestinal, un conjunto de microorganismos que habitan en el intestino humano, y su influencia en la salud, el metabolismo y el desarrollo. Este ecosistema microbiano desempeña un papel clave en funciones fisiológicas y en la interacción con el sistema inmunológico, endocrino y neural, lo que ha llevado a considerarlo como un “segundo cerebro”.
Se destaca la relación entre el microbioma y los Trastornos del Espectro Autista (TEA), sugiriendo que desequilibrios en la microbiota intestinal (disbiosis) podrían contribuir a los síntomas conductuales y gastrointestinales asociados con estos trastornos. Factores ambientales como la dieta, contaminantes y disruptores endocrinos también afectan el microbioma y el neurodesarrollo.
Investigaciones recientes han explorado terapias basadas en la microbiota, como el trasplante fecal o la terapia de transferencia de microbiota (MTT), mostrando beneficios potenciales para mejorar los síntomas de TEA. Sin embargo, aún existen muchas preguntas sobre cómo la composición del microbioma varía entre individuos y cómo influye en el autismo.
Además, se menciona que anomalías neuroinmunológicas y disfunciones mitocondriales podrían estar vinculadas al TEA, abriendo nuevas líneas de investigación sobre tratamientos innovadores. El texto concluye enfatizando que comprender mejor las interacciones entre dieta, microbiota y metabolismo podría ser clave para abordar los TEA.
El microbioma intestinal, compuesto por bacterias, hongos, virus y otros microorganismos, juega un papel crucial en la salud humana al influir en el metabolismo, el sistema inmunológico y el desarrollo del sistema nervioso. Este ecosistema microbiano se considera un “segundo cerebro” debido a su comunicación bidireccional con el sistema nervioso central a través de vías inmunológicas, endocrinas y neuronales.
Se ha identificado una conexión entre el microbioma y los Trastornos del Espectro Autista (TEA), donde desequilibrios en la microbiota (disbiosis) pueden contribuir a síntomas conductuales, neuropsiquiátricos y gastrointestinales. Factores como la dieta, contaminantes ambientales y predisposición genética también afectan la composición del microbioma y su relación con los TEA.
Avances recientes sugieren que terapias basadas en la manipulación del microbioma, como probióticos, trasplantes fecales y ajustes dietéticos, podrían ofrecer beneficios para pacientes con TEA. Además, se ha observado que ciertas bacterias intestinales producen ácidos grasos de cadena corta y otras moléculas bioactivas que influyen en el metabolismo y el desarrollo neuronal.
Aunque aún hay muchas preguntas sin resolver sobre la relación entre dieta, microbiota y TEA, investigaciones actuales destacan que cambios en la microbiota podrían ser agentes desencadenantes de los síntomas del autismo. Esto abre nuevas posibilidades para desarrollar tratamientos innovadores basados en el eje intestino-cerebro.
Papel de los hongos
Los hongos son alimentos y suplementos nutricionales ricos en metabolitos bioactivos como polisacáridos, enzimas y β-glucanos, que tienen efectos beneficiosos para la salud. Sin embargo, también pueden acumular elementos nutricionales y metales pesados. En el contexto de los Trastornos del Espectro Autista (TEA), donde las terapias convencionales no siempre son efectivas, se recurre a menudo a tratamientos complementarios y alternativos.
La nutrición de los hongos podría influir en la relación entre la dieta, la microbiota y los TEA. Hongos como Chaga, Reishi, Shiitake y Cordyceps contienen β-glucanos y otros compuestos que pueden modular el sistema inmunológico. Dado que las personas con TEA a menudo presentan respuestas inmunitarias inusuales, estos hongos podrían ser útiles, siempre y cuando sean tolerados en la dieta. La cordicepina, presente en Cordyceps, afecta las acciones de las células inmunitarias y puede mejorar el control de la inmunidad celular y humoral. Para los niños con TEA que disfrutan comiendo hongos, existe la oportunidad de apoyar actividades funcionales.
Los tratamientos médicos complementarios y alternativos (CAM) son comúnmente utilizados para niños con Trastornos del Espectro Autista (TEA) e incluyen prácticas para la mente y el cuerpo, medicina energética, tratamientos biomédicos y productos naturales. El TEA es multifactorial y requiere la intervención colaborativa de varios profesionales de la salud. Dietas sin gluten ni caseína han mostrado poca evidencia de beneficio en los síntomas del TEA.
La nutrición con hongos podría ser relevante en la asociación entre factores dietéticos y la composición de la microbiota. Hongos como Chaga, Reishi, Cola de pavo, Shiitake, Melena de león y Cordyceps son potenciadores de la salud. Existe un vínculo entre la nutrición de los hongos y el sistema inmunológico, aunque la investigación aún no integra completamente la nutrición con hongos, el estado energético y la función inmunológica. Los hongos contienen β-glucanos y otros compuestos que pueden fortalecer el sistema inmunológico y ajustar su función, y tienen efectos documentados contra el cáncer. El folato en los hongos es importante para la síntesis y reparación del ADN.
Para individuos con TEA, ciertos hongos (Reishi, Maitake, Shiitake y Cordyceps) podrían tener efectos específicos en la salud, el bienestar y el comportamiento. Cordyceps, una combinación de oruga y hongo, contiene cordicepina, que afecta las células inmunitarias y aumenta la red de citocinas, mejorando el control de la inmunidad celular y humoral. Para niños con TEA que disfrutan de los hongos comunes, existe una oportunidad para reparar actividades funcionales. Las personas en el espectro autista pueden responder excesivamente a toxinas y alérgenos o insuficientemente a virus y bacterias, y los hongos podrían ayudar a inducir una respuesta del sistema inmunitario más equilibrada.

REFERENCIAS
1. Mandolesi L, Polverino A, Montuori S, Foti F, Ferraioli G, Sorrentino P, et al. Efectos del ejercicio físico sobre el funcionamiento cognitivo y el bienestar: beneficios biológicos y psicológicos. Psicología frontal. 2018; 9: 509.
2. Lee SO. Un enfoque copernicano para el avance del cerebro: el paradigma de la orquestación alostática. Fronteras en la Neurociencia Humana. 2019; 13
3. Kanner L. Trastornos autistas del contacto afectivo. Acta Paedopsychiatr. 1968; 35: 100-136.
4. Murphy C, Wilson CE, Robertson DM, Ecker C, Daly EM, Hammond N, et al. Trastorno del espectro autista en adultos: diagnóstico, manejo y desarrollo de servicios de salud. Neuropsychiatr Dis Treat. 2016; 12: 1669-1686.
5. Kalkbrenner AE, Schmidt RJ, Penlesky AC. Exposiciones químicas ambientales y trastornos del espectro autista: una revisión de la evidencia epidemiológica Curr Probl Pediatr Adolesc Health Care. 2014; 44: 277-318.
6. Jick H, Kaye JA. Epidemiología y posibles causas del autismo. Farmacoterapia. 2003; 23: 1524-1530.
7. Madore C, Leyrolle Q, Lacabanne C, Benmamar-Badel A, Joffre C, Nadjar A, et al. Neuroinflamación en el autismo: papel plausible de la inflamación materna, el omega 3 dietético y la microbiota. Plástica neural. 2016; 1-15.
8. Amaral DG. Examinando las causas del autismo. Cerebro. 2017; 1-17.
9. Ripamonti L. Discapacidad, diversidad y autismo: perspectivas filosóficas sobre Salud. Nueva Bioeth. 2016; 22: 56-70.
10. Chandrashekhar S, Bommangoudar JS. Manejo de pacientes autistas en el consultorio dental: una actualización clínica. Int J Clin Pediatr Dent. 2018; 11: 219-227.
11. Levy SE, Hyman SL. Tratamientos de medicina alternativa y complementaria para niños con trastornos del espectro autista. Niño Adolesc Psychiatr Clin N Am. 2008; 17: 803-820.
12. Thapar A, Cooper M, Eyre O, LangleyK. ¿Qué hemos aprendido sobre las causas del TDAH? J Child Psychol Psychiatry. 2013; 54: 3-16.
13. Okwulehie IC, Ogoke JA. Componentes bioactivos, nutricionales y de metales pesados de algunos hongos comestibles que se encuentran en el estado de Abia en Nigeria. Revista internacional de investigación en microbiología y biotecnología aplicada. 2013; 1: 7-15.
14. Carvalho AN, Firuzi O, Gama MJ, van Horssen J, Saso L. Estrés oxidativo y antioxidantes en enfermedades neurológicas: ¿Todavía hay esperanza? Curr objetivos de drogas. 2017; 18: 705-718.
15. Siniscalco D, Schultz S, Brigida A, Antonucci N. Inflamación y desregulaciones neuroinmunes en los trastornos del espectro autista. Farmacéutica (Basilea). 2018; 11: 56.
16. Engwa GA. Los radicales libres y el papel de los fitoquímicos vegetales como antioxidantes contra las enfermedades relacionadas con el estrés oxidativo. En T. Asao & M. Asaduzzaman (Eds.), Fitoquímicos: fuente de antioxidantes y función en la prevención de enfermedades. InTech. 2018.
17. Uttara B, Singh AV, Zamboni P, Mahajan RT. Estrés oxidativo y enfermedades neurodegenerativas: una revisión de las opciones terapéuticas antioxidantes aguas arriba y aguas abajo. Curr Neurofarmaco. 2009; 7: 65-74.
18. Mason RP. Obtención de imágenes de radicales libres en orgánulos, células, tejidos e in vivo con atrapamiento de inmuno-spin. Redox Biol. 2016; 8: 422-429.
19. Mulle JG, Sharp WG, Cubells JF. El microbioma intestinal: una nueva frontera en la investigación del autismo. Informes actuales de psiquiatría. 2013; 15: 337.
20. Dicks LMT, Geldenhuys J, Mikkelsen LS, Brandsborg E, Marcotte H. Our gut microbiota: a long walk to homeostasis. Microbios beneficiosos. 2018; 9: 3-20.
21. Catinean A, Neag MA, Muntean DM, Bocsan IC, Buzoianu ADX. Una descripción general de la interacción entre los nutracéuticos y la microbiota intestinal. Peer J. 2018; 6: e4465.